jueves, 6 de junio de 2013

¿...?

¿Cómo se hace, para querer en la justa medida...?

¿Cómo se hace, para llorar sólo lo necesario y reír lo más posible...?

¿Cómo se hace, para valorar lo que se tiene, antes de perderlo...?

¿ Cómo se hace, para no decepcionar a quien se quiere...?

¿ Cómo se hace, para ser siempre uno mismo, para que la tristeza no te cambie...?

Pero sobretodo, ¿cómo se hace, para encontrar cada día una razón para vivir...?


- Loli Gómez - Mayo 2013

domingo, 19 de mayo de 2013

Amistad...



Dicen que amigo es aquel que te pregunta cómo estás y se espera a oír tu contestación. Pero amigo es también aquel que te tiende una mano, y prepara la otra por si no es suficiente, aquél que está a tu lado sin ni siquiera darte cuenta; el que está dispuesto a escucharte decir siempre las mismas cosas, con el mismo interés y fingiendo sorpresa. 

Amigo es el compañero que no te juzga, el que sobre todo aplaude y admira tus logros; es quien te extraña antes de decirle hasta mañana... 


Amigo, el que te da un abrazo porque lo pide tu mirada sin que tú digas nada. 


Es, además, el que no duda, el que siempre confía, el que por ti daría la vida… 


tu compañero en los viajes, tu consejero en los sueños, el que te quiere cuando menos lo mereces, pero más lo necesitas; 


el que trasnocha contigo cuando no tienes sueño porque buscas consuelo… 


Amigos, de muchas clases: los que vienen y van, los de toda la vida, los que nunca lo fueron, los que siempre estarán aunque tú no los veas; amigos a los que hiciste sufrir, aún queriéndolos mucho; a los que perdonaste y te perdonaron; y aquellos que algo te enseñaron. 


Amigos, encontrados y elegidos en el camino de la vida, algunos sinceros, otros no tanto. 


Personas que descarto, que de mi vida aparto, pero a los verdaderos amigos jamás los cambio. 


Gracias a todos por tanto! .


Loli Gómez, 2009

lunes, 4 de febrero de 2013

9 de agosto, una razón para escribir...


Conmigo creciste...

Llegaste un día de verano, eras pequeño y gracioso, frágil y temeroso.

Tu infancia y tus juegos duraron poco, pero yo los compartí contigo; volvía de la escuela corriendo para estar contigo, ¡ eras tan pequeño ¡…

De pronto, con el paso del tiempo, me dí cuenta de que habías cambiado, tu mundo era otro, ya no jugabas, te sentías cansado y tu mirada era triste, pero tú no decías nada, no podías. Ahora sólo querías descansar, te sentías mal, pero no hablabas, no podías, eras tan bueno, tan noble…

Nunca pensé que te vería morir, tú nunca me avisaste de que tu tiempo se acababa, no me dijiste que estabas sufriendo, y sufrías; ahora lo sé bien, debí suponer que algo estaba ocurriendo desde aquél día en que ya no quisiste jugar conmigo… pero tú no me hablabas, no podías hacerlo.

Te fuiste un día de verano, tras cuatro días de sufrimiento, te fuiste; tú, mi mejor amigo, mi compañero en soledad, mi compañero en los juegos de verano y en los inviernos lluviosos, en los que tú y yo compartíamos nuestra soledad, tú en tu letargo, y yo, envuelta en libros.

Adiós, mi querido amigo, mi amigo y mi compañero; aunque para todos sólo fuiste un perro, para mí no fuiste sólo eso: no te olvidaré. “Rus”, (mi perro, que vivió junto a mí durante toda mi infancia...)

Loli Gómez, (con 13 años)

martes, 29 de enero de 2013

Relato sobre la pérdida de una madre...

...Y por un instante en la biblioteca sin despegar mis pupilas de la hoja, cuyas letras se emborronaban y se enredaban entre ellas por la dificultad de la comprensión y por el cansancio que llevaba acumulado días atrás, me sentí  como en casa; qué sensación tan grandiosa sentirse como en casa, ¿qué lugar mejor que ese? , ese lugar frio en invierno pero a la vez cálido, ese lugar caluroso en verano pero a la vez fresco. Dime, qué mejor lugar que ese, ¿verdad?. Que a cualquier pequeño problema tienes una solución, que cuando tengo  frio no dudo en coger mi manta preferida y cuando tengo calor en enchufar el ventilador.

Qué importante es valorar un hogar y qué triste es tener miedo a la soledad. ¿Cómo se puede tener tanto miedo a esa palabra de 7 letras aparentemente inofensiva?, no sabría responderte, solo sé que no me llevo bien con ella por muy amable e inofensiva que parezca, incluso dulce al pronunciarla, parece dulce.

Me sentí como en casa al escuchar de fondo el zarandeo de las bolsas de basura que la señora de la limpieza estaba manipulando detrás de mí; sí, esa sensación de hogar se introdujo en mí y no pude resistirme a despegar de mis mejillas  una sonrisa inocente.  Sentí  aquel calor de hogar, un calor causado por fricción como si de unos brazos se tratara, arropándome con todo su cariño…así es, como en casa, como si fuera mi madre aquella señora manipuladora de bolsas.

Me recordó a aquellas tardes que estudiaba en mi pupitre, y mi madre de vez en cuando entraba a la habitación y me recogía sutilmente los “trastos”, sutilmente en ocasiones, ya que en otros momentos mostraba su genio recogiendo el cuarto con cierto cabreo y desparpajo sumándose algún murmullo que otro diciendo “!ay,de verdad esta chiquilla que desastre¡”, pues en aquel instante que la escuchaba trasteando detrás de mí también se me escapaba alguna sonrisa que otra ya que me sentía arropada, como que tenía alguien ahí que me cubría y me protegía del exterior y de cualquier problema que me pudiera perjudicar, porque sabía que me daba todo, todo lo que tenía sin pedirme nada a cambio, ¿qué mejor acto que ese?: ninguno. Ahí se ve la transparencia de las personas, la humildad y generosidad que solo una madre puede ofrecer.

Sí, es cierto, no lo puedo negar, cualquier sigilo, murmullo, imagen o resplandor me recuerdan a ti, lo asocio a tu alma, a tu olor y a tu tacto, puede ser que seas “TÚ” la que me trasmitas todas esas señales, como un toque de atención para que sepa que estas aquí, aquí a mi lado, para que no me olvide de ti. No lo sé, no puedo asegurar que sea “ELLA”...

Pero,¿Qué ella?. No lo sé, ella a la que tengo tanto miedo o “ELLA” a la que elogio. No sé si es la propia soledad la que me hace ver todas estas “pantomimas”, porque si fuera la soledad la que realmente me crea esas sensaciones de calor de hogar serian “pantomimas”, y me hundiría en la tristeza si fuera así , no creo a la soledad, no me parece sincera ¿por qué es tan cruel?.

O por otro lado, no sé si es “ELLA”, ella la bondadosa, transparente, cariñosa, si fuera ella estaría más cerca de la felicidad, más cerca, rozándola con la yema de los dedos, pero no la felicidad absoluta, esa felicidad es ya inalcanzable para mí, esa felicidad forma parte de mi pasado pero no de mi presente ni futuro. Esa felicidad me la regalaba “ELLA” sin pedirme nada a cambio y ¿qué mejor acto que ese, verdad?...


>> Escrito por Jessica Sotos Navalón - 2012

lunes, 7 de enero de 2013

Carta de una madre a una hija


Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor, y recuerda los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida.


Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña.

Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida.

El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme.

Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches.

Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos.

Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré. Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija.