martes, 29 de enero de 2013

Relato sobre la pérdida de una madre...

...Y por un instante en la biblioteca sin despegar mis pupilas de la hoja, cuyas letras se emborronaban y se enredaban entre ellas por la dificultad de la comprensión y por el cansancio que llevaba acumulado días atrás, me sentí  como en casa; qué sensación tan grandiosa sentirse como en casa, ¿qué lugar mejor que ese? , ese lugar frio en invierno pero a la vez cálido, ese lugar caluroso en verano pero a la vez fresco. Dime, qué mejor lugar que ese, ¿verdad?. Que a cualquier pequeño problema tienes una solución, que cuando tengo  frio no dudo en coger mi manta preferida y cuando tengo calor en enchufar el ventilador.

Qué importante es valorar un hogar y qué triste es tener miedo a la soledad. ¿Cómo se puede tener tanto miedo a esa palabra de 7 letras aparentemente inofensiva?, no sabría responderte, solo sé que no me llevo bien con ella por muy amable e inofensiva que parezca, incluso dulce al pronunciarla, parece dulce.

Me sentí como en casa al escuchar de fondo el zarandeo de las bolsas de basura que la señora de la limpieza estaba manipulando detrás de mí; sí, esa sensación de hogar se introdujo en mí y no pude resistirme a despegar de mis mejillas  una sonrisa inocente.  Sentí  aquel calor de hogar, un calor causado por fricción como si de unos brazos se tratara, arropándome con todo su cariño…así es, como en casa, como si fuera mi madre aquella señora manipuladora de bolsas.

Me recordó a aquellas tardes que estudiaba en mi pupitre, y mi madre de vez en cuando entraba a la habitación y me recogía sutilmente los “trastos”, sutilmente en ocasiones, ya que en otros momentos mostraba su genio recogiendo el cuarto con cierto cabreo y desparpajo sumándose algún murmullo que otro diciendo “!ay,de verdad esta chiquilla que desastre¡”, pues en aquel instante que la escuchaba trasteando detrás de mí también se me escapaba alguna sonrisa que otra ya que me sentía arropada, como que tenía alguien ahí que me cubría y me protegía del exterior y de cualquier problema que me pudiera perjudicar, porque sabía que me daba todo, todo lo que tenía sin pedirme nada a cambio, ¿qué mejor acto que ese?: ninguno. Ahí se ve la transparencia de las personas, la humildad y generosidad que solo una madre puede ofrecer.

Sí, es cierto, no lo puedo negar, cualquier sigilo, murmullo, imagen o resplandor me recuerdan a ti, lo asocio a tu alma, a tu olor y a tu tacto, puede ser que seas “TÚ” la que me trasmitas todas esas señales, como un toque de atención para que sepa que estas aquí, aquí a mi lado, para que no me olvide de ti. No lo sé, no puedo asegurar que sea “ELLA”...

Pero,¿Qué ella?. No lo sé, ella a la que tengo tanto miedo o “ELLA” a la que elogio. No sé si es la propia soledad la que me hace ver todas estas “pantomimas”, porque si fuera la soledad la que realmente me crea esas sensaciones de calor de hogar serian “pantomimas”, y me hundiría en la tristeza si fuera así , no creo a la soledad, no me parece sincera ¿por qué es tan cruel?.

O por otro lado, no sé si es “ELLA”, ella la bondadosa, transparente, cariñosa, si fuera ella estaría más cerca de la felicidad, más cerca, rozándola con la yema de los dedos, pero no la felicidad absoluta, esa felicidad es ya inalcanzable para mí, esa felicidad forma parte de mi pasado pero no de mi presente ni futuro. Esa felicidad me la regalaba “ELLA” sin pedirme nada a cambio y ¿qué mejor acto que ese, verdad?...


>> Escrito por Jessica Sotos Navalón - 2012

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